Las alas abiertas de un libro que nos lleva a un vuelo de escritura.

Letras Libres

Rincón de escritura para mentes curiosas.

  • ¿Cuántos días te quedan? Reflexiones del año que se va

    Cada año que se cierra, también se cumple. Para bien o para mal, lo importante es llegar al final.

    Este 2025 puedo resumirlo en un vaivén de cosas que no alcanzaría a terminar de describir, pero con la mente puesta en 2026, he aquí algunas reflexiones que me vienen a la mente en este momento.

    Es tarde-noche del lunes 8 de diciembre de 2025, acaba de iniciar un atípico y torrencial aguacero. Objetos se azotan por la calle, pues el viento parece más un tornado digno de cualquier verano, generando un ruido bastante molesto para escribir, sin romantizar eso de escribir cuando llueve.

    Lo que ha sido este año, ha sido inesperado, un poco aburrido en general, pero avanza tan rápido y se va así de rápido como llegó. Y, para sorpresa de nadie, el tema conversacional es ese: se fue volando el año. Sí, uno más y sí, más rápido que el anterior.

    Hace algunos años pensaba, ¿cuántos días tenemos de vida? Según calculé, si bien te va hasta la longevidad, unos 25 mil días, algo así como unos 68 años. Y, cuando la gente dice: al fin es viernes. Qué padre, pero esa frase lleva repitiéndose cada semana sin darnos cuenta que esa alegría, también conlleva a que se nos acaba el tiempo.

    No quiero sonar aguafiestas, ni nada por el estilo, simplemente pensaba en que la alegría en que llega un día significa que también nos acercamos al final de nuestros días. Desde aquél primer «por fin es viernes» hasta la fecha, deben haber transcurrido unas 800 semanas,

    Aquí viene lo importante: ¿estás feliz con lo que has logrado hasta ahora? Un año más se va y en mi caso, estoy contento con la vida que llevo. Afortunadamente, no solo soy un ermitaño hogareño, también sé moverme cuando las cosas no me gustan.

    Así dejé mi trabajo de 17 años, sin remuneración debida, pero hoy me siento contento y tranquilo con mi decisión, pues de no haberla tomado, quizá seguiría ahí, infelizmente esperando a que me corran para cobrar un miserable cheque.

    A cambio, decidí soltar, una decisión que parecía estúpida en principio, pues habría que sobrevivir con los ahorros. Pero me permitió soltar el estrés, el ritmo, dejar atrás malas personas y situaciones que sin darnos cuenta nos tienen atorados.

    Ser el héroe de nuestra propia película es lo mejor, porque debemos tomar las riendas, pero también aprender a dejar fluir las cosas. Porque lo que no es para ti, no lo será nunca. Por lo tanto, me siento un mucho con suerte de estar en donde estoy, de tener lo que tengo y por supuesto, sin las malas decisiones y las necesarias derrotas, no sería quien soy.

    Y a ustedes, ¿cuántos días les quedan?

  • 15 de noviembre: Día de la Gen Z

    Qué difícil han sido los últimos meses en México. El estado de salud de la nación no es bueno, o si es bueno para alguien, ¡que me explique cómo!, porque no lo veo.

    Hemos pasado de tener una estabilidad que no era perfecta y podía ir a mejor, pero en siete años ha ido a la baja ese sentimiento. Primero, por haber sido engañados por el ex presidente AMLO. Luego, por la continuidad de un proyecto que ha beneficiado más a la corrupción y el narcotráfico antes que al bien común.

    Y vaya que es confuso y contrastante, pero mucha gente que recibe las dádivas del gobierno no se da cuenta que es su mismo dinero (quiero creer que todos pagamos impuestos) y que al final también les están devolviendo ese dinero en forma de impuestos al gobierno. Negocio socio, dicen.

    Para el gobierno de México ha sido fácil tomar el absoluto poder, sin embargo, este 15 de noviembre de 2025 despertó toda una generación con un reclamo genuino y al cual me uno: queremos paz.

    Esto, tras el asesinato de Carlos Manzo, alcalde de Uruapan, Michoacán, el pasado 1 de noviembre de 2025. Y es que ya no le cree nadie al gobierno, ni a lo que resta de sus instituciones. El sostener la mentira a base de billetazos algún día terminará, y aquellos que apoyaron al régimen, también serán olvidados de una u otra manera.

    El sábado 15 de noviembre de 2025 será recordado en México por ser el Día de la Independencia, la rebeldía contra el régimen y el altavoz más fuerte que ha sonado en mis más de 40 años de vida en este país.

    Ojalá, todo transcurra en paz, pero eso ya lo contaré en otras líneas. Por lo pronto, a los que no somos Generación Z o Gen Z, estaremos apoyándolos, porque en la familia sí tenemos jóvenes que son parte de este movimiento y junto con ellos, toda la ciudadanía será la única que pueda salvarse a sí misma.

  • El Camino hacia la Felicidad: Reflexiones y Aprendizajes

    Han sido más de 40 años meteóricos, llenos de apredizajes, aciertos y errores, crecimiento y estancamiento. La espiral de la vida al parecer ha llegado a su cúspide, sí, eso que muchos llaman «curva de aprendizaje» ha sido más que suficiente.

    Lo aprendido, aprendido está. ¿Qué sigue entonces? Pues muchas preguntas se desprenden de esta pregunta. La felicidad plena no es algo que haya alcanzado aún, lo sé porque llegué a entender cómo encontrarla. No es el dinero, no es la posición en la escala social y mucho menos tener esa recompensa inmediata con lo material.

    Muchos no entendemos lo que es alcanzar a pleno la felicidad hasta que detenemos el paso y dejamos que el mundo siga avanzando. Esto no significa abandonar el mundo ni desentenderse del entorno. Es la clave para observar todo el panorama.

    Es aquí donde comprendí dónde estaba la felicidad, dejé de perseguirla para adoptarla. ¿Cómo? Aceptando la verdad de mi realidad. Porque no tienes que comprar cosas para sentirte feliz; claro, muchos prefieren llorar sus penas en un Ferrari, pero eso no es alcanzar la felicidad.

    Entender el vértigo de la vida a mitad de ella (o al menos eso creo de mi existencia, con la esperanza de otros 40 años productivos), nos lleva a contemplar dónde sí podemos depositar la energía que ahora se va consumiendo poco a poco.

    Por lo tanto, la felicidad es el momento que has construido hasta este minuto. Pero, llegar a ese momento no sucede en la juventud, pues surge con años de experiencias, de cometer errores, de atreverse a fallar en cada paso.

    Así, el éxito se alcanza unas pocas veces, con la satisfacción de haberlo conquistado por sí mismos, con las propias manos, con el sudor de la frente. Y es entonces, que te detienes a contemplar lo hecho por ti mismo y aligeras el paso.

    Aquí lo importante es no construir el éxito con base en los otros, ni en el qué dirán, sino hacer el camino propio al andar. Porque el éxito es individual, aunque a veces haya colectividad, para llegar a ser exitoso en equipo, primero se tuvo que caminar y experimentar solo.

    ¿He alcanzado la felicidad? La respuesta viene de cada uno, pero en mi caso, lo material deja de causar distracciones; luego, soltar todo aquello que llevaba cargando en la espalda (deudas, culpa y sentimientos), hasta encontrar la estabilidad mental que necesito para ser feliz.

    Porque soltar todo aquello que no nos ayuda a crecer mentalmente, así como estar económicamente bien (lo que significa tener ingresos y que tu vida corresponda con ello, sin gastar más de lo que tienes, pero siempre aspirando a más, por supuesto) y muy importante: cuidar tu cuerpo que es tu templo.

    En este último punto, me detengo y pienso en que somos reflejo de nuestra verdad y una realidad que no puede esconderse. Pocos son los que realmente cuidan su cuerpo y a pesar de ello al verse en el espejo no encuentran la plenitud. No por los músculos, sino por la falta de algún elemento que ya mencioné y desequilibra la balanza: mala economía o no enfocarse en su propósito de vida.

    No basta con hacer dietas, tampoco con el extremo de comer en abundancia, sino encontrar la manera en balancear todo esto en beneficio del único bien que poseemos desde el primer y hasta el último día en nuestras vidas: nuestro cuerpo.

    Cuando la economía se centra, se construye con aspiración e inspiración, y casi al mismo tiempo el cuerpo se erige como un templo sagrado. Y con estas dos «preocupaciones» menos, la mentalidad y el enfoque nos permiten desarrollar nuestros talentos y nuestro propósito en esta vida.

    A partir de la construcción propia de nuestra mente, cuerpo y economía, es que podemos proyectar inspiración en los demás. No esperemos a que alguien nos digas qué hacer o que nos siga el paso, eso puede retrasar tus propósitos.

    Siempre piensa en ti, eso me ha ayudado últimamente, soltando los lastres, alejándome de la gente que no me aporta nada y aceptando la realidad de la verdad de las cosas que puedo cambiar y las que no puedo cambiar.

    Una vez entendido esto, los pasos son más sencillos de dar, el cuerpo toma forma, la abundancia llega y el enfoque mental nos impulsa a ser mejores.

    Así lo entiendo yo en este camino de felicidad, con una inspiración estoica, ¿y ustedes?

  • La Batalla de la Luz: Un Relato de Despertar y Trascendencia

    Este no es más que un texto de ficción que invita a reflexionar nuestro día a día, para disfrutar cada momento y volar con la imaginación.

    Al despertar, desde la cama se observa un ventanal que filtra los primeros rayos de Sol sobre la Tierra. Han sido días muy grises al final de agosto, pero la tonalidad es algo que no se veía desde hace centurias por esos lares. Ese color amarillento en la atmósfera calentando la superficie de la Tierra como hace mucho no se sentía, provoca un efecto de arcoíris en las calles donde se dibujan los colores de una sombra.

    No hay nadie, todos se fueron hace tiempo. Las calles están vacías. Al recorrerlas sopla el viento del norte de la ciudad que apenas tiene fuerza para sacudir las hojarascas. Al paso, algunas de ellas crujen en los pies descalzos; luego, el silencio.

    El calor poco a poco se vuelve insoportable, un tanto por el andar de las horas a pie, así como el Sol acercándose a su última etapa antes de hacer suya la Tierra. Y, por algún motivo, desde un lugar en lo alto de la montaña se observa que la última nave está por despegar al espacio.

    Por supuesto, no hay refugio. El cohete comienza su conteo antes de despegar, mientras el Sol lanza su bocanada final de fuego.

    En ese momento, las palabras se han evaporado, solo un destello comienza a cimbrar la tierra con un despegue descomunal.

    Con el Sol de frente, el cohete se lanza rumbo a un destino incierto; la mirada se centra en ese majestuoso momento.

    Y como si el Sol no quisiera dejar nada para después, lanza un abrazo de fuego. Sin embargo, todo queda iluminado ante la batalla.

    Hoy, solo la memoria viaja por el Universo a 25 mil kilómetros por hora, solitaria, esperando trascender con la gravedad hasta encontrar su nuevo hogar.

  • Mis 10 películas favoritas… de Christopher Nolan
    Sugerencia de escritura del día
    Dinos tus diez películas favoritas.

    Debo confesar que tardé muchos años en empezar a ver la trilogía de Christopher Nolan con Batman. Recuerdo que pensaba cosas como: qué flojera, volver a empezar a ver una historia que se repite una y otra vez a partir de la orfandad de Bruce Wayne. Sin embargo, un día me decidí a poner el Blu-Ray que tenía en casa, por allá del año 2012, con «El Caballero de la Noche Asciende». Madre mía, lo que me fui a encontrar.

    No pretendo hacer una sinopsis, ni tampoco spoilers, pero he visto cientos de veces la película desde entonces. Y es que en cada repaso siempre encontré algo distinto que Nolan nos pone en bandeja pero no captamos de primera instancia. Y eso es lo rico del cine de Nolan, siempre hay pedazos que conectan no solo entre sus películas, sino también en mi vida.

    Con «El Caballero de la Noche asciende» o «The Dark Knight Rises», también descubrí que detrás de un perfecto filme había una banda sonora que mantenía mi pulso arriba todo el tiempo. Sí, es culpa del gran Hans Zimmer. Ni siquiera sabía que él había creado piezas completas para filmes icónicos como «Gladiador». Fue desde entonces que conecté con el cine de Nolan y hoy en día soy un fan que sigue descubriendo su cine.

    Luego de «El Caballero de la Noche asciende», vi «Batman Begins» que este 2025 cumple 20 años, así como «Batman: El Caballero de la Noche», pero sin duda me quedo con la primera.

    De aquí, he visto películas como «Tenet», que hace un juego increíble con los tiempos, lo cual me conectó invariablemente con «Interestelar», quizá mi película favorita y número uno, ya que el manejo del tiempo, el amor, la soledad, la gravedad, hacen una explosión en mi mente.

    Otra película que debo volver a ver es «Inception», aún me cuesta digerirla y eso me encanta, porque es un reto. Luego, «Oppenheimer», la vi en el cine y también quiero volver a verla, pero en el ajetreo del día, no encuentro libres 3 horas para dedicarle completa atención, no porque no la haya entendido, sino porque el ritmo que tiene me acerca mucho a lo que sentí con «Interestelar».

    Cuando vi «Dunkerque», de nuevo volví a sentir esa conexión en la que Nolan te pone los pelos de punta con esa banda sonora, un paisaje ambientado en una playa, el mar, la guerra y el elemento clave: la esperanza.

    Tengo pendientes algunas películas de Nolan como «Origen», «Menento», «Following», «The Prestige», «Insomnia», y la esperada cinta «The Odyssey» que se estrena el 17 de julio de 2026 (si lees esto en unos años, bueno, quizá en algún otro texto hable sobre ella y cómo ha evolucionado el cine de Nolan).

    Por ahora, solo agregaría algunas películas sueltas, por supuesto para nada de culto, más bien que me gusta ver una y otra vez como «Gravity» de Alfonso Cuarón. Espero leer pronto las suyas.

  • Mudanzas: una oportunidad para reinventarse

    Hace unos años tenía la creencia de que rentar una casa o departamento era tirar el dinero, en consecuencia ese espacio era algo aislado para mi. Luego, una gran amiga, quien también llevaba rentando su casa ya algunos años, me dijo: «yo me apropié de este espacio, porque aunque no sea mío, tenía que sentir que era mío».

    Fue entonces que comprendí que estar viviendo en un lugar no es suficiente, tenía que apropiarme del espacio. Así, las banquetas cobran vida, la poda del pasto es un placer, hacer las reparaciones, el mantenimiento, pintar los interiores y la fachada a mi gusto, es algo que descubrí que podía realizar sin problema y sin necesidad de esperar a que el casero lo resolviera.

    Jamás había imaginado que mudarme y llegar a un lugar que no me pertenece para regalarle mi dedicación y convertirlo en lo que a mi gusta, me haría sentir como en casa. Todo tiene sentido cuando ves los detalles y te presentas con cada grieta.

    Moverse de un espacio a otro no solo significa transportar tus cajas llenas de recuerdos o materiales y ropa, que mucho de ello acaba arrumbado en el fondo de un clóset, sino crear un ambiente en el que te sientas libre. Así lo veo en cada mudanza, y ahora que lo recuerdo con gracia, todas han sido diferentes.

    Lo que no recuerdo es cuántas veces me he mudado, incluso teniendo casa propia, decidí mudarme por cuestiones logísticas que conlleva vivir en una gran ciudad, como pasar las horas en el tráfico y el cansancio. En otras ocasiones, confieso que tuve que mudarme por amor o por desilusión.

    Cuando me mudé por amor, lo hice sin pensarlo. Esa ilusión de que todo se compra en pareja: cortinas al gusto, sofá, estufa, despensa, macetas… y cuando menos lo esperas, la casa está llena, las plantas reverdecen y todo parece perfecto.

    Pero luego pasa el enamoramiento y cuando llegan las diferencias, vinieron los arranques: tomar mis cosas, algunas de ellas arrebatarlas de las manos de esa persona tóxica y llenar el auto para moverme a un lugar donde pudiera respirar lejos del caos.

    Cada mudanza es una nueva oportunidad y me llena de motivación. Teniendo en mente las sabias palabras de mi amiga, me apropio del espacio, construyo repisas, cuelgo cuadros, instalo cortineros, monto las pantallas, coloco la cama y luego rehago todo porque me doy cuenta que el acomodo se parecía al de la anterior casa.

    Mudarse es una auténtica joda: cargar, acomodar, limpiar y al día siguiente volver a empezar hasta completar el ciclo. Hubo mudanzas en las que no podía creer que tuviera tan pocas cosas, pero también hubo mudanzas en las que creí tener pocas cosas y no fue así.

    Estoy casi seguro que nadie termina por mudarse por completo. Siempre hay una habitación con las cajas empolvadas llenas de viejos documentos de la cual nadie se quiere deshacer porque justo el día que las tiramos, ese día necesitábamos algo de la caja. Somos esclavos del «por si acaso» en casa.

    He de confesar que tengo varias de esas cajas, no solo en la casa que ocupo actualmente, sino en la casa de mis padres. Sí, aún en casa de los viejos conservo no solo las cajas, también algo de ropa, mi cama, hasta una pequeña caja fuerte que no atesora las joyas de la abuela precisamente, solo algunos cuadernos, fotos, discos compactos y películas que en algún momento fueron importantes.

    Por lo tanto, yo creo que una mudanza jamás termina. Al contrario, siempre dejaremos rastro de nuestro paso. Ni siquiera el tiempo es capaz de borrar lo que ha trascendido encerrados en esas paredes a pesar de que ya no las habitemos.

    Quien lo niegue no solo da la espalda a su pasado, sino a su existencia.

  • Desapariciones: la historia de Alberto y el indigente

    Capítulo 1: El día que casi me pierden.

    Este es un relato dividido en tres partes, basado en el cuento «Segunda vez» de Julio Cortázar. Un texto que fue prohibido publicar en la Argentina, pero que irónicamente sí se publicó en México, país que hoy vive sumergido en graves problemas en tema de desapariciones de personas.

    A mi madre, Lupita.

    Alberto tenía 13 años de edad cuando salió de trabajar de la vieja fábrica donde su madre laboraba. A pesar de convivir en el mismo espacio, él procuraba irse antes, pues los sábados terminaba temprano sus encargos como office boy (bueno, como mandadero o «ve y tráeme»), mientras ella, Lupita, se quedaba a cerrar no solo los pendientes del escritorio, sino también de la fábrica entera.

    A nadie ha de sorprender que una persona como Lupita sea multitask por el mismo salario. En esos tiempos y hoy en día, las madres lo daban y lo siguen dando todo sin miramientos por sus hijos y, eso poco o nada suele importar a algunos empresarios que sacan partido de las habilidades de una persona por «el bien común» o «por ponerse la camiseta».

    Alberto se despidió de Lupita y caminó hacia la esquina de Dionisio Rodríguez y Churubusco, miró su Casio y marcaba las 03:05 PM cuando se disponía a tomar su transporte. En la mano izquierda cargaba con los $3.50 pesos exactos para el pasaje, siempre procuraba que fuera así porque los choferes daban el vuelto de mala gana, mientras la mano derecha estaba libre para levantarse con el brazo, apuntar casi al cielo y pedir la parada al camión.

    Es curioso, casi siempre Alberto levantaba la mano con anticipación para que el conductor lo viera, pero cuando calculaba que la velocidad del chafirete no iba precisamente disminuyendo, giraba con gracia la mano y les pintaba el dedo medio, y se aseguraba que sí lo vieran, símbolo de una pequeña satisfacción y recordatorio para esos conductores que eran malos con él y con quienes tenían que esperar otros 20 minutos o más el derrotero.

    Miró en el horizonte y solo se veían autos bajando, pero ningún camión con el letrero de la ruta 615 o 615-A, cuya letra hacía la diferencia entre caminar desde la parada en la esquina de la misma cuadra a casa o caminar más de una cuadra a casa. Alberto siempre rogaba que fuera el 615, sin embargo, el 615-A tenía la ventaja de hacer escala en la calle de su amigo Joel, entre la calle 30 y Avenida República, para pasar a gastarse parte de su sueldo de $25 pesos por menos de cuatro horas al día de trabajo en gusgueras.

    Alberto estaba en una edad en la que su único trabajo era sacar buenas calificaciones en la escuela, su mayor preocupación estaba lejos de las niñas que ya se sonrojaban con sus otros amigos, todos vecinos del barrio de San Andrés, él lo que quería era llegar a jugar futbol, echar el volado de la moneda con Adrián, quien entonces era considerado el mejor jugador del barrio, clavado en los Infona, (vulgarmente llamados así a los ocho edificios que formaban un núcleo habitacional del Infonavit), escondidos entre las calles de Ejido y Gómez Farias, mientras él era el segundo mejor, pero esto no le incomodaba, prefería estar lejos de los reflectores, aunque sin perder protagonismo.

    En alguna ocasión, Alberto jugaba uno de esos partidos «a muerte», todos los niños del conjunto de edificios donde vivía estaban presentes, serían una veintena, perfecto para un partido de 10 contra 10. Al ganar el volado, eligió al primero: el «boti» de portero; luego César en la defensa con Ángel y «baldo»; en la media cancha los dos «güeros» hacían la contención y eran garantía en el ataque, eran muy chaparritos pero veloces; al frente, Alberto con Giovanni, Héctor y de pura lástima Andrés, que era un líbero, siempre era el último en ser elegido.

    Así se solían armar los equipos, tú sí y tú no, muchas veces motivados de estar con Alberto y otras veces no los sentía tan emocionados, pero había un espíritu que los impulsaba pues Alberto no era el típico 10 clavado en la delantera, hacía labores de defensa, gritaba armando el ataque, daba pases precisos, cobraba penales con disparos de miedo y hasta ser portero cuando el «boti» estaba en uno de esos días convertido en una coladera.

    Como haya sido, Alberto siempre se echó al hombro a sus equipos, pudo haber sido uno de esos futbolistas que llaman «garbanzo de a libra», uno en un millón. Y volviendo a ese partido «a muerte», una de las vecinas, una niña de su misma edad, llamó con insistencia a Alberto en pleno partido, lo enfadó tanto que terminó haciéndole caso. Pidió su cambio para salir del partido y fue con ella quien lo llevó a una banca, afuera del edificio «C», donde sudado, mientras estaba pensando en pedir el cambio nuevamente y entrar para armar la próxima jugada en la cancha del estacionamiento, vio venir a esa chica, sí, la niña que de algún modo le gustaba.

    Jessica, quien siempre rondaba los partidos, jamás había hablado con Alberto, pero el ojo ya lo había puesto en él desde hace tiempo. De alguna manera sus amigas se las arreglaron para sacarlo del juego con alguna treta de niños, pero ahí estaba él, sudado a morir, impresentable para una cita, mientras ella lucía hermosa con un vestido negro de falda hampona y algo corta, tacón y maquillada.

    Pasaron algunos «hola», sonrisas, pena y vergüenza, un montón de nervios, pero rompieron el hielo esa tarde. Ahí, Alberto conoció su primer amor. Un amor de secundaria, claro, donde las mujeres suelen ser como siempre, atentas, cariñosas, amorosas. En tanto, los niños, un tanto más rudos y penosos con esas situaciones románticas a esa edad, pues se escondían o le daban la vuelta a esa niña que les gustaba, aunque lo que más anhelaban era estar con ellas de la mano o robándoles un beso.

    Así era Alberto, un niño tan normal como cualquiera, en la transición que arranca en la preadolescencia, con emociones inexplicables, deseos de comerse al mundo, empezar a ganarse su dinero y descubrir quién es y a dónde va, estaba desarrollando su personalidad para bien o para mal, siempre fue un buen muchacho, pero en su ingenuidad tuvo que pagar un precio muy alto con el paso de los años.

    Flaco, siempre sonriente, amable y colaborativo, esa tarde que salió del trabajo, Alberto fue abordado por un indigente en aquella parada del camión. Era un tipo desalineado, olía mal, con harapos, muy sucio en general, un changoleón. Le pidió ayuda a Alberto para cargar unas cajas en el diablito que venía empujando, irían a un lugar cercano donde estaba esa mercancía y aunque lo pensó un poco, se decidió ayudarlo.

    Caminaron un par de cuadras, hacia el mercado de La Concha, cruzaron casi todas las instalaciones y al llegar a la esquina, el indigente le hizo una extraña petición a Alberto, le pidió dirigirse con un locatario y cobrar un dinero de su parte. Por increíble que suene, eso le generó algo de confianza a Alberto, pues al menos se sabía que lo conocía alguien en el barrio.

    Alberto fue al local mientras el indigente, algo ansioso, esperaba en la esquina. Sin embargo, Alberto volvió con las manos vacías, claro, cómo le iban a soltar dinero a un niño desconocido para dárselo al indigente. En medio de la ingenuidad de Alberto, el indigente solo se giró y le dijo que caminaran, que ya estaban cerca de las cajas que debía cargar en su diablito.

    En el camino, el indigente le preguntó a Alberto si tenía dinero, necesitaba para pagar algo que nunca le explicó bien de qué se trataba, pero prometió que se los devolvería. Alberto, que acababa de cobrar, no vio mal ayudar un poco al tipo. Se guardó sus $3.50 pesos en el bolsillo y el resto se los dio.

    El indigente, agradecido, siguió caminando sin sentido. Lo que parecía una simple ayuda para cargar cajas, terminó siendo un rodeo sin sentido por el Barrio de San Juan de Dios.

    Ya algo cansado, Alberto se dio cuenta de que ese indigente solo lo estaba mareando con su cuento de las cajas, que el dinero no lo recuperaría, pero en ese instante, otro niño que venía de frente empujando otro diablito fue abordado por el changoleón para pedir su ayuda y acompañarnos en el camino por las cajas. Alberto y el nuevo integrante, un chico que aparentaba tener la misma edad, algo regordete y amable, solo intercambiaron sonrisas y confiaron en que ambos irían a ayudar a esta persona.

    Empujando su diablito azul, el otro niño le platicó a Alberto que su mamá lo había mandado al mercado con $50 pesos para llevar verduras y fruta. El indigente escuchó esto y le pidió prestado ese dinero al niño y también prometió que se lo devolvería.

    Sin embargo, la forma en que lo pidió no fue la misma que con Alberto, se tornó un tanto agresiva, imponente, tanto que los hizo sentir acorralado a ambos y el otro niño tuvo que darle el billete.

    El compromiso de acompañar a este indigente, sumado a la deuda que tenía con los niños, hizo que ambos se sintieran obligados a seguir caminando detrás de él por las angostas calles del Centro. Pasó un buen rato y las cajas para cargar nunca aparecieron.

    El indigente nos pidió detenernos, que no nos moviéramos del lugar donde nos dejó, en una de las zonas con más bullicio en la ciudad como lo es la calle de Obregón, llena de tiendas con fayuca y artículos chinos, ropa y accesorios, es un sitio perfecto para comerciantes foráneos que surten sus negocios de otras ciudades.

    Así, en medio de la gente, dos niños que apenas se conocían, fueron estafados por primera vez. Nadie les dijo entonces que no debían confiar. Eran niños que podían, a su corta edad, hacerse cargo de ir a trabajar, comprar el mandado, moverse en la ruta de camión y ayudar a quien lo necesite.

    Eran otros tiempos. Ya no se puede confiar en nadie y ellos ahí lo entendieron. Durante muchas noches Alberto soñaba con el final de sus días, con no volver a casa. Incluso en la escuela lo invadían momentos de angustia al pensar que pudo no volver a casa, que no vería a sus hermanos ni a sus padres.

    Lupita supo esta historia años después, unos 15 años para ser exactos. Un relato breve que la tomó por sorpresa, sin duda, porque en su mirada acongojada supo que uno de sus hijos pudo haber desaparecido así, sin más, sin haber hecho el mal.

    Alberto aún tiene el recuerdo, hoy algo lejano, de volver a la misma esquina en Dionisio Rodríguez y Churubusco, tomar el 615 del cual no recuerda si tenía letra A o no, pero tiene muy presente esa última conversación con el otro niño, quien angustiado, le contó a Alberto que se las vería con su mamá pues llegaría a casa sin dinero y sin comida. Alberto solo le dijo que le contara la verdad, pero él solo pensaba en la chinga que le iba a tocar.

    Se dijeron adiós cuando el camión estaba llegando a la esquina, Alberto miró su Casio y ya eran las 04:43 PM, se subió y pagó con los $3.50 pesos que tenía al fondo del bolsillo de su short. Caminó por el pasillo hasta la última fila y al mismo tiempo miró por la enorme ventana que antes tenían los autobuses del servicio de transportes, donde observó que el otro niño caminaba desconsolado empujando su diablito. Alberto levantó la mano diciendo adiós, y ese amiguito regordete respondió con la misma señal.

    Años después, Alberto también supo que siempre había un Ángel que lo cuidaba. Lo que nunca entendió es por qué siempre salía bien librado de cualquier problema. Pero, esto tan solo fue el comienzo de una serie de situaciones que, como todo, esa suerte estaba echada y algún día terminaría.

  • Si tuvieras que vestir siempre igual, ¿qué elegirías?

    Cuando me pican las costillas, también puedo escribir lo que sea.

    Un estímulo de WordPress

    Esta pregunta es muy sencilla de responder para mí. Y es que no tiene nada que ver con estatus económico, nivel de educación ni gustos por la moda, sino con algo mucho más práctico y personal.

    Si tuviera que elegir solo una indumentaria para siempre, sería una sencilla camisa de algodón, chamarra, unos jeans, calcetas, calzones, gorra o sombrero y zapatos o tenis, todo en color negro. Sí, todo negro. Aquí entre nos, es mi tonalidad favorita.

    ¿Por qué el negro? Porque es una elección simple y práctica. Esta ausencia de color me permite moverme cómodo sin preocuparme tanto por la limpieza —ojo, que no significa que no lave mi ropa—, pero es un color que disimula mejor el paso del tiempo y el uso diario. No lo nieguen: yo lo sé, y ustedes también.

    Pienso que este outfit es increíblemente versátil. Por un lado, en tiempos difíciles —como una situación extrema o de guerra—, el color negro es el camuflaje perfecto para moverse por la noche entre trincheras sin llamar la atención. Por otro lado, en la rutina del día a día, es la opción más sencilla para salir a hacer ejercicio o resolver pendientes sin pensarlo demasiado.

    En mi experiencia, vestir siempre de negro me ahorra tiempo, dinero y esfuerzo en elegir qué ponerme. Valoro mucho la comodidad y que mi ropa sea lo último en lo que tenga que pensar cuando empiezo el día. Además, que sea simple no significa que sea descuidado: la ropa negra bien cuidada es práctica, elegante y nunca pasa de moda.

    En definitiva, para mí usar ropa negra es una elección funcional que difícilmente alguien pensaría dos veces en imitar. No es solo una opción para vestir en funerales ni una moda pasajera, es una forma sencilla de vivir el día a día sin complicarse.

    ¿Y tú? ¿Te atreverías a simplificar tu armario y vestir solo de negro?

  • Transforma tu Blog en un Libro: empezando con WordPress

    Con esta entrada WordPress me abre las puertas a este blog que poco a poco iremos transformando juntos en un libro.

    La idea nace a partir de mi inquietud por escribir un libro, dejar un legado y también por el gusto de hacerlo posible. Luego de un taller literario, tuve más claro cuál sería el camino para desarrollarlo, pero sobre todo cómo hacerlo.

    En estas entradas no encontrarás una escritura lineal que te lleve del punto A al punto B, sino más bien me acompañarás en una exploración por el mundo de las letras y vamos viendo cómo se acomodan para crear ese libro.

    Sobre la temática, no te preocupes, verás un poco de todo y te invito a opinar para que juntos podamos crecer en este camino literario, porque lo más valioso siempre será lo que podamos aprender y construir en equipo.

    En este espacio encontrarás:

    • Pensamientos diarios sobre creatividad, memoria y escritura.
    • Borradores de escenas que tal vez acaben en mi futuro libro.
    • Exploraciones literarias: desde pequeños relatos hasta reflexiones más profundas.
    • Preguntas abiertas para que tú también participes.

    La idea es que cada entrada sea una pieza del rompecabezas que irá construyendo una historia mayor. Por eso te invito a leer, a opinar y a sugerir temas que te interesen. Por ejemplo:

    • ¿Qué tipo de relatos o reflexiones te gustaría leer aquí?
    • ¿Qué te inspira a la hora de escribir o leer?
    • ¿Cómo imaginas que puede evolucionar este blog con el tiempo?

    Tu participación es muy valiosa para mí.
    Espero que te quedes por aquí y que, entre todos, podamos transformar este rincón en una historia que merezca ser contada.

    Como todo en las letras, parece que nada está escrito, así que comencemos. ¡Bienvenidos!